Una densa niebla cubría ayer la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Ni el tiempo, ni la prohibición del Gobierno de celebrar el culto en el interior «por razones de seguridad» impidió que ayer unos 3.000 fieles se desplazaran hasta El Escorial para asistir a la Misa de Campaña de los benedictinos. Atascos de unos diez kilómetros obligaron a Patrimonio a permitir la entrada al valle. Los monjes contabilizaron unos 2.000 vehículos. «Con el lío que se ha formado se ha decidido abrir el valle porque se estaban bloqueando todos los accesos», explicaba uno de los agentes desplazados hasta el lugar. Por ello, la misa se retrasó una hora según lo previsto para que todos pudieran llegar.
Los monjes sacaron a la explanada del templo el altar. Los fieles, los celebrantes, las voces blancas de la escolanía y hasta los micrófonos se cubrían de la lluvia con paraguas y plásticos.
Los fieles creen que algo inquietante se oculta en la prohibición de celebrar el culto dentro de la basílica y acudieron en masa a apoyar a los monjes. Por ello, durante la homilía, el celebrante lo comparó con la actitud de los fieles polacos cuando durante la dictadura comunista los obreros construían iglesias que luego las autoridades derribaban por el día. «Bastó con que los combativos polacos no se rindieron para que la dictadura viera que no estaban dispuestos a una sociedad sin Dios».
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