Los enfrentamientos sectarios que el pasado domingo dejaron al menos 25 muertos y más de 300 heridos en El Cairo amenazan con romper el frágil equilibrio entre las comunidades religiosas egipcias, y suponen un peligroso giro del proceso de transición que plantea serias dudas sobre las intenciones de la junta militar. Ayer, mientras la comunidad copta lloraba a sus muertos, el Gobierno y el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas culpaban de los hechos a un cóctel de «intereses extranjeros» e «intentos de destruir el Estado», una cantinela al más puro estilo de los mensajes del antiguo régimen.
Nuevos enfrentamientos entre coptos y fuerzas de seguridad continuaron ayer a las puertas del Hospital Copto de El Cairo, donde yacían 17 de las víctimas, todas ellas cristianas. Algunas asociaciones de coptos aseguran que los muertos podrían ser incluso más.
La mayor parte de las víctimas murieron bajo las ruedas de las tanquetas del Ejército que, como muestran algunos vídeos colgados en Internet, embistieron zigzagueando contra la manifestación. La protesta había comenzado a media tarde en el barrio de Shubra, donde vive una importante comunidad cristiana.
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