En autobús, coche, avión o tren. Todos los sistemas de transporte cobraron una importancia capital para que nadie se perdiera la misa que el domingo se celebró en Madrid. A la sombra del Santiago Bernabeu, miles de católicos se congregaron ante un altar montado para la ocasión, desde el que se celebró una Eucaristía en honor de la sagrada Familia de Nazareth, modelo de la familia cristiana. El llamamiento se hizo a escala europea y los fieles respondieron. Creyentes venidos de Alemania, Austria, Inglaterra y Francia colorearon con sus respectivas banderas a la masa de participantes que se apiñó a lo largo de un buen tramo del Paseo de la Castellana.
En esta misa de la familia no se jalea sólo la familia perfecta, grande y unida, sino que se reza por los hijos que no están, los ancianos, los enfermos, los chavales con problemas. Alrededor de la Familia de Nazaret uno pide alivio para la suya y las peticiones de la misa abarcan a las parejas separadas, las familias con problemas, los niños abortados y las mujeres solas que los han abortado. El Santo Padre habló de María, José y el Niño, y de cómo también la Trinidad es una familia de amor. Don Antonio recobró las palabras de Juan Pablo II en favor de la familia y de la vida no nacida y explicó lo que todos sabemos: que la familia es la red que al final sostiene al parado, al enfermo, al divorciado, al discapacitado, a todo el que recibe los fuertes golpes de la vida y no tiene espacio en los planes de los poderosos
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