28 febrero 2009

El Papa en un diálogo abierto con presbíteros de Roma

"Estoy contento de oír que se hace realmente este primer anuncio, que se va más allá de los límites de la comunidad fiel, de la parroquia, en búsqueda de las llamadas ovejas perdidas; que se intenta ir hacia el hombre de hoy que vive sin Cristo, que ha olvidado a Cristo, para anunciarle el Evangelio. Y estoy contento de oír que no sólo se hace esto, sino que de ahí se consiguen incluso éxitos numéricamente confortantes. Veo por tanto que vosotros sois capaces de hablar a aquellas personas en las que se debe refundar, o incluso fundar, la fe. ... Para el anuncio necesitamos dos elementos: la Palabra y el testimonio. Es necesaria, como sabemos por el Señor mismo, la Palabra que dice lo que él nos ha dicho,... Es algo absolutamente indispensable, fundamental, dar, con el testimonio, credibilidad a esta Palabra, para que no aparezca sólo como una bonita filosofía, o como una bonita utopía, sino más bien una realidad.... Por tanto, me parece importante, junto con la Palabra, la presencia de un lugar de hospitalidad de la fe, un lugar en el que se hace una progresiva experiencia de la fe. Y aquí veo también una de las tareas de la parroquia: hospitalidad hacia aquellos que no conocen esta vida típica de la comunidad parroquial. No debemos ser un círculo cerrado en nosotros mismos. Tenemos nuestras costumbres, pero con todo debemos abrirnos e intentar crear vestíbulos, es decir, espacios de cercanía. Uno que viene de lejos no puede inmediatamente entrar en la vida formada de una parroquia, que ya tiene sus costumbres. Para éste de momento todo es muy sorprendente, lejano a su vida. Por tanto debemos intentar crear, con ayuda de la Palabra, lo que la Iglesia antigua creó con los catecumenados: espacios en los que empezar a vivir la Palabra, a seguir la Palabra, a hacerla comprensible y realista, correspondiente a formas de experiencia real".

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